Te extraño, pero no quiero verte.
Es más fácil decirle al tiempo que me ayude a sanar las heridas, que aún siendo tan pequeñas y parezcan insignificantes, al final, son las que más duelen. Cada palabra, cada caricia, cada mentira, cada traición, cada beso, cada abrazo, que terminaban en una canción.
No pedía nada más que estar entre tus brazos, contándome cualquier historia, fuera interesante o fuera la más tonta, fuera creativa o la más aburrida, sabías que la escucharía.
Darte un beso, acariciar tu brazo, dormir en tu pecho, despertar a tu lado; compartir mis días, pasar la vida contigo, convertirme en lo mejor y que te gustara estar conmigo. Eso quería, en verdad lo quería. Pero el orgullo derrumba todo, derrumbó todo el amor, las palabras, las caricias, las mentiras, la traición, esos besos, los abrazos, las heridas, la canción.
Terminaron siendo nada, nada que pueda resolver. Lo único que queda es mi orgullo, el tuyo y un poco de YO, tal vez.
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